RETRATO DE UNA ALDEA- 2004
Diablos y Soldados
Los Habitantes
"Yo No Conozco a Nicolás"
Todas estas fotos fueron tomadas en una pequeña aldea de la Sierra Madre Occidental en el centro norte de Chichuahua en México. Al ocultar la ubicación exacta y el nombre de la aldea, estamos intentando proteger a las familias y la cultura de una aldea que ya está en peligro. Esta aldea rarámuri está siendo asimilada por la cultura moderna y mestiza de México, y actualmente se encuentra amenazada por la expansión industrial de la minería y el narcotráfico. La documentación fotográfica de este pueblo surgió como resultado de un proyecto de arte enfocado en danzas multiculturales y poscoloniales documentados en este y otros pueblos de México y Nuevo México.
Es Semana Santa; es el tiempo del peligro, de la transgresión sexual; Cristo ha muerto y los demonios deambulan por la ciudad. La efigie de Judas anda con sus hijos, los demonios. Ya no son humanos. Con sus cuerpos pintados en blanco y negro, crean caos.
Los soldados defienden a la iglesia de los avances de los demonios, y se desarrolla el drama de la lucha entre el bien y el mal. Continúa toda la tarde y toda la noche con simulacros de batallas, luchas y el sonido constante del tambor. El ayuno, la falta de sueño y el consumo ritual de tesgüino transportan a los participantes de la ceremonia a un estado mental profundamente alterado, y prevalece la confusión del tiempo de peligro. El sábado al mediodía los demonios finalmente entran en la iglesia, que se ha inundado de agua. Mientras las mujeres cantan el rosario, los demonios ruedan por el suelo y se lavan la pintura de sus cuerpos; una vez más vuelven a ser humanos. En un frenesí salen de la iglesia y se unen a los soldados para destruir y quemar la efigie de Judas. Una vez más el bien ha triunfado sobre el mal, y el tiempo del peligro ha pasado.
Al principio estaban preocupados por la cámara. Muchos forasteros venian y los fotografiavan fotografiaba, pero nunca habían podido ver y conservar sus fotos.
La magia de la imagen instantánea en el visor de la cámara digital y nuestra oferta de entregarles copias impresas les interesó. Pasamos horas todas las noches imprimiendo desde nuestra computadora portátil, asegurándonos de que sus fotos estuvieran listas para el día siguiente. El domingo por la mañana, todos en el pueblo querían que les tomaran fotografías. Se formó una larga fila: individuos, parejas y familias enteras vestidos para la ocasión. Se sorprendieron de que las fotos les fueran entregadas gratuitamente, y esa generosidad fue correspondida, con múltiples invitaciones para presenciar ceremonias y compartir los distintos eventos. Desde el día que llegamos y los aldeanos notaron nuestras cámaras, empezaron a preguntarnos si conocíamos a Nicolás. "El mentao Nicolás" , como lo llamaban, era una persona de la Ciudad de México que había llegado el año anterior y prometió regresar y traer las fotos que había tomado durante su estadía.